Conmueve la identificación, muy femeninamente elaborada, del hablante lírico con la mujer de Magdala: su insinuado y delicado erotismo, su desamparo ante la magnitud de una pasión que la inunda, sus perplejidades e interrogantes atónitas y, sobre todo, la entrega inconsútil de su amor hasta allegarse, de manera consciente y voluntaria, al pie de la cruz.
Este es un poemario que
constituye, por el tema elegido y por sus procedimientos estilísticos [la
austeridad expresiva que huye de toda exuberancia metafórica, el fraseo y la
dicción majestuosos, la sinfónica combinación de versificación y prosa], una
experiencia ritual. Uno debe sumergirse en él hasta tocar el nervio
antropológico de un rito.
§
PAVESA (2019)
SABÍAMOS que era el fin.
Todo
lo había anticipado
y
tenía miedo de cómo hurgaban
manos antiguas
bajo
mi boca.
Después
me
escupías a la cara,
veía
el cartel y los portones que se abrían:
una
fila de hombres provocándose,
disipando
el olor de mala casa.
Yo
era la bella sin destino,
hecha
de piedras
antes de que alguien
lanzase
la primera.
***
AMÉ
primero a Judas que a Jesús.
No
digáis que fui pérfida;
el
canto del gallo siempre exige una traición
para afinarse.
***
ELLA
confunde voces.
Cree que
ha sido trocada por un ciervo,
cree
servir a una diosa fiera y virgen.
Quien
determina salvarla
habla con
cansancio.
La mujer
de Magdala acomoda trenzas, lágrimas, destino.
Pesa a un
sueño primigenio e inculto
que la
inclina a besar el madero.
***
ORAD
¿Qué
estáis esperando de vuestra insípida plegaria?
¿A qué
habéis convenido en llamar Dios
si no a la
pasión que os disgrega
para el
sueño de más antiguos designios?
Hay
espíritus acodados en las capas que lindan con el éter
primigenios y neutros como la peor
tempestad.
Hay un instante
que duele al corazón del hombre
desde
mucho antes de su cumplimiento.
Orad.
Se os ha
requerido un solo sacrificio
y todavía
lamentáis la carga.
¿A qué
buscar que alguien os escuche?
Donde quiera
que él hable
hay uno
que se lava las manos.
***
VE con tu
pompa fúnebre, con tus cajitas de laca china y desiertos misteriosos; ve con
tus bandejas de madera tan roídas, con el lugar que nunca te dejó estar; camina
con la soltura que conoces cuando te arrastra la corriente y percibes que los
días de quietud han hecho brecha; ve con el chal sobre los hombros como
cuidándote del rayo al que te estás exponiendo; ve con tu herida que estaba tan
de antes que el olor a sangre fue lo que atrajo su olfato de galgo o ciervo; ve
mintiendo, con todos los escudos y la historia de ser botín de guerra sobre el
carro del menos amistoso; ve con los ojos llenos y confiesa que no sabes de qué
quieres hablar ni a quién; ve sin anticipos ni prórrogas, casi sin presencia;
ve con temor que no hay tregua para ti; ve de a duelo que van a dejarte en
tierra ajena. Pide solo una corona de espinas encima de los dueños.
§
Gabriela Kizer (Caracas, Venezuela, 1964). Poeta. Es Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea de la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado los siguientes poemarios: Amagos (2000), Guayabo (2002), Tribu (2011) y Pavesa (Ediciones «Letra Muerta», 2019). En 2007 recibió el Premio Internacional de Poesía José Barroeta, de la VII Bienal de Literatura Mariano Picón Salas.
***
Las
palabras del poeta venezolano Armando Rojas Guardia pertenecen al prólogo de Pavesa.
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