Una de las mayores inquietudes que motivan
la escritura en Ceremonias
de interior aparece vinculada con el devenir que encausa el
tiempo en las vidas humanas. Esa fijación, ineludiblemente la liga a las
grandes composiciones literarias de la tradición occidental moderna. Es así que
uno de los complejos desafíos que enfrenta una poeta como lo es Micaela Paredes
radique en ser parte de aquella vasta tradición que no solo ha tratado estos
temas, sino que lo ha hecho acorde a formas determinadas (entiéndase sonetos,
sextinas, coplas, entre otros) y que de no suponer un cierre definitivo desde
nuestros ojos contemporáneos, abriría la posibilidad de apertura y relación,
comprendiendo una escritura que al menos se halla pensada a partir de
referentes y poéticas predecesoras.
Sobre el trabajo de la forma que nos ofrece el presente poemario, llama puntualmente la atención dicha manera progresiva de la construcción enunciativa, es decir, el modo que el poema tiene de ir descubriendo sus propios espacios edificados. Quizá aquella postura constituya la gran ceremonia de interior ofrecida: la voz asomándose por el boscaje que el mismo poema se ha construido. Aquel ritual enclaustrado otorga un ineludible efecto de belleza que cada composición recoge y defiende. Entonces, el lenguaje se sitúa logrado como homenaje desde y para sí, permitiendo individualizar la escritura y sus maneras. No desmesura, no provocación, sino conjurar lo oscuro a la par de un dominio de la belleza.
Víctor Campos
§
CEREMONIAS DE INTERIOR (2019)
SEMBLANZA
Si bastara la indulgencia de la carne,
del silencio que ha guardado y que
resguarda;
la tibieza acumulada de los gestos
y la cama compartida en derramadas
asperezas de dos pieles que en lo
oscuro
revelaron la semblanza de sus llagas.
Hoy quisiera que tu lengua reclamase
algo al tiempo que he gastado en
pronunciarla
y pedir que su saliva me interrogue
los pezones, los recuerdos, las escamas
del abrazo que en su eco humedecido
me devuelve en un tal vez esta
nostalgia
por lo que no llegó nunca y no se ha
ido,
y nos pesa en el presente, ya de
espaldas,
afanado en estrecharnos las cenizas
de un amor que no alcanzó a saberse
alba,
de una herida que en la voz se me
confunde,
de una muerte que en dos cuerpos se
alquitrana.
NO ES EL FUEGO
No es el fuego
la mejor metáfora del amor,
no el ardor de las lenguas
que consuman y consumen en dos carnes
su deseo,
sino el frío de una noche que atraviesa
tiempo y sangre hasta forjarse él mismo
cuerpo
como imagen de un ausente
que en la luz de su reflejo aún perdura
y remece al cuerpo amado, ahora solo.
La violencia no del fuego: de la
muerte,
su silencio entretejido a la intemperie
de una noche
blanca
y sola
tan
estéril y radiante
como nieve que se agolpa
sobre bosques y pestañas
habituadas al espanto.
No es el fuego
la mejor metáfora del amor,
sino el pasmo de encontrarse de una vez
repetida y diferente en el espejo
de una misma y sola noche
con la sal de un nombre ajeno
disecada entre los labios.
ADVERTENCIA
La memoria: una
herida,
accidente del
tiempo.
No relamas la
piel
del ayer: ese
muerto
solo encierra
en su carne
el hedor de la
huida.
PARTIDAS
Es difícil habituarse otra vez a los
objetos
tras cada pérdida o partida,
a la temperatura de memorias
demasiado recientes,
inscritas en un cuerpo que se ha
quedado solo
en medio de una oscuridad
que las lámparas no ocultan.
Aprender a mirar de nuevo
las cortinas, los muebles, el marco de
la puerta,
—por la que nadie nunca volverá a
cruzar,
porque no es la misma puerta—
el dolor de las tablas levemente
descuadradas
habituales en su queja y trastocadas,
sin embargo,
por el horror de una luz sospechosa.
Ejercitarse sin éxito
en el oficio de habitar los desfases
que el tiempo va sembrando tras
nosotros.
Y amar, amar siempre y fatalmente
lo que en ellos perdura,
como un rezo entreoído en la orilla de
un sueño.
CEREMONIAS DE INTERIOR
Hay algo
permanente en la distancia
entre objeto y
recuerdo, aquí o allá,
ayer, hoy y mañana.
Repetido y
diferente en la memoria
todo queda
circunscrito a ese lugar
en que un día
nos fue dado amar al mundo.
Perduran sus
imágenes: la angustia
del rito los
domingos, las migajas del pan
y el desamor
que negamos una
vez tras la ventana.
Cambiamos de
ciudad, contamos sitios,
pero allí y
solo allí fuimos y somos
para siempre
condenados al abrazo,
al secreto de
la luz que nos recuerda por las noches
nuestra ruina
originaria.
§
Micaela Paredes Barraza (Santiago, 1993). Licenciada en Letras Hispánicas PUC.
Publicó su primer libro de poemas, Nocturnal, en 2017, por Cerrojo
Ediciones, Chile. En 2019 aparece su segundo poemario, Ceremonias de interior, en la misma casa editorial. Ha recibido
reconocimiento en diversos concursos, entre ellos el primer lugar en el
Concurso Literario UC, mención poesía, en 2014 y 2015, y una mención honrosa en
el Premio Roberto Bolaño, categoría poesía, Ministerio de Cultura de Chile,
2014. Algunos de sus poemas se han publicado en revistas de creación en Chile,
España, Venezuela y Perú. Actualmente cursa el Máster de Escritura Creativa en
NYU.
El texto de Víctor Campos pertenece a la contratapa del libro Ceremonias de interior.