jueves, 31 de octubre de 2019

CEREMONIAS DE INTERIOR, poemas de Micaela Paredes





Una de las mayores inquietudes que motivan la escritura en Ceremonias de interior aparece vinculada con el devenir que encausa el tiempo en las vidas humanas. Esa fijación, ineludiblemente la liga a las grandes composiciones literarias de la tradición occidental moderna. Es así que uno de los complejos desafíos que enfrenta una poeta como lo es Micaela Paredes radique en ser parte de aquella vasta tradición que no solo ha tratado estos temas, sino que lo ha hecho acorde a formas determinadas (entiéndase sonetos, sextinas, coplas, entre otros) y que de no suponer un cierre definitivo desde nuestros ojos contemporáneos, abriría la posibilidad de apertura y relación, comprendiendo una escritura que al menos se halla pensada a partir de referentes y poéticas predecesoras.

Sobre el trabajo de la forma que nos ofrece el presente poemario, llama puntualmente la atención dicha manera progresiva de la construcción enunciativa, es decir, el modo que el poema tiene de ir descubriendo sus propios espacios edificados. Quizá aquella postura constituya la gran ceremonia de interior ofrecida: la voz asomándose por el boscaje que el mismo poema se ha construido. Aquel ritual enclaustrado otorga un ineludible efecto de belleza que cada composición recoge y defiende. Entonces, el lenguaje se sitúa logrado como homenaje desde y para sí, permitiendo individualizar la escritura y sus maneras. No desmesura, no provocación, sino conjurar lo oscuro a la par de un dominio de la belleza.

Víctor Campos





§

CEREMONIAS DE INTERIOR (2019)



SEMBLANZA



Si bastara la indulgencia de la carne,
del silencio que ha guardado y que resguarda;
la tibieza acumulada de los gestos
y la cama compartida en derramadas
asperezas de dos pieles que en lo oscuro
revelaron la semblanza de sus llagas.
Hoy quisiera que tu lengua reclamase
algo al tiempo que he gastado en pronunciarla
y pedir que su saliva me interrogue
los pezones, los recuerdos, las escamas
del abrazo que en su eco humedecido
me devuelve en un tal vez esta nostalgia
por lo que no llegó nunca y no se ha ido,
y nos pesa en el presente, ya de espaldas,
afanado en estrecharnos las cenizas
de un amor que no alcanzó a saberse alba,
de una herida que en la voz se me confunde,
de una muerte que en dos cuerpos se alquitrana.



NO ES EL FUEGO


No es el fuego
la mejor metáfora del amor,
no el ardor de las lenguas
que consuman y consumen en dos carnes su deseo,
sino el frío de una noche que atraviesa
tiempo y sangre hasta forjarse él mismo cuerpo
como imagen de un ausente
que en la luz de su reflejo aún perdura
y remece al cuerpo amado, ahora solo.

La violencia no del fuego: de la muerte,
su silencio entretejido a la intemperie de una noche
                                                           blanca y sola 
                                   tan estéril y radiante
como nieve que se agolpa
sobre bosques y pestañas
habituadas al espanto.

No es el fuego
la mejor metáfora del amor,
sino el pasmo de encontrarse de una vez
repetida y diferente en el espejo
de una misma y sola noche
con la sal de un nombre ajeno
disecada entre los labios.




ADVERTENCIA


La memoria: una herida,
accidente del tiempo.
No relamas la piel
del ayer: ese muerto
solo encierra en su carne
el hedor de la huida.



PARTIDAS


Es difícil habituarse otra vez a los objetos                      
tras cada pérdida o partida,
a la temperatura de memorias
demasiado recientes,
inscritas en un cuerpo que se ha quedado solo
en medio de una oscuridad
que las lámparas no ocultan.

Aprender a mirar de nuevo
las cortinas, los muebles, el marco de la puerta,
—por la que nadie nunca volverá a cruzar,
porque no es la misma puerta—
el dolor de las tablas levemente descuadradas
habituales en su queja y trastocadas, sin embargo,
por el horror de una luz sospechosa.

Ejercitarse sin éxito
en el oficio de habitar los desfases
que el tiempo va sembrando tras nosotros.
Y amar, amar siempre y fatalmente
lo que en ellos perdura,
como un rezo entreoído en la orilla de un sueño.



CEREMONIAS DE INTERIOR


Hay algo permanente en la distancia
entre objeto y recuerdo, aquí o allá,
ayer, hoy y mañana.
Repetido y diferente en la memoria
todo queda circunscrito a ese lugar
en que un día nos fue dado amar al mundo.
Perduran sus imágenes: la angustia
del rito los domingos, las migajas del pan
y el desamor
que negamos una vez tras la ventana.

Cambiamos de ciudad, contamos sitios,
pero allí y solo allí fuimos y somos
para siempre condenados al abrazo,
al secreto de la luz que nos recuerda por las noches
nuestra ruina originaria.



§



Micaela Paredes Barraza (Santiago, 1993). Licenciada en Letras Hispánicas PUC. Publicó su primer libro de poemas, Nocturnal, en 2017, por Cerrojo Ediciones, Chile. En 2019 aparece su segundo poemario, Ceremonias de interior, en la misma casa editorial. Ha recibido reconocimiento en diversos concursos, entre ellos el primer lugar en el Concurso Literario UC, mención poesía, en 2014 y 2015, y una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño, categoría poesía, Ministerio de Cultura de Chile, 2014. Algunos de sus poemas se han publicado en revistas de creación en Chile, España, Venezuela y Perú. Actualmente cursa el Máster de Escritura Creativa en NYU.

El texto de Víctor Campos pertenece a la contratapa del libro Ceremonias de interior.




IMAGEN (IN) COMPLETA, poemas de Carolina Dávila




Los poemas de Imagen (in)completa convocan a la contemplación de lo quieto, del cuerpo y la multiplicidad de las quietudes, el movimiento de los cuerpos. El libro convoca a atender lo vulnerable, lo que resta y esa fragilidad indeterminada de lo humano. Las formas, entre pausas y versos alargados, van dibujando una imagen (muchas) que estalla para el lector, que cobra significado, que se completa, a través de la experiencia de uno mismo con esa quietud. Es un doblez de la pantalla, de las muchas pantallas, a las que nos enfrentamos a diario, sin pensar mucho lo que vivimos y la poesía de Carolina Dávila no las revela quietas y juntas para ver la cotidianidad del instante de todos sus modos. LA PANTALLA RECUERDA QUE ESTAMOS DEL OTRO LADO, es uno de sus poemas, en esa misma lógica de sentido.

 Imagen (in)completa es la imagen de lo humano del siglo XXI, con todo lo que resta después de las múltiples destrucciones, la mirada desde el universo cuerpo, hacia un universo galáctico donde somos precarios por la misma condición de lo pequeño y el viaje efímero en medio de múltiples constelaciones. Este poemario nos habla del sentir y del mirar de lo humano contemporáneo, ya no desde la incursión de un mundo moderno y vanguardista donde los automóviles y ferrocarriles son sinónimos de progreso sino tal vez desde la muestra de que todo progreso que ha pasado por nosotros nos hace más precarios, más expuestos y es en ese nombrarnos tal desde donde completamos la imagen de lo que somos en común: cuerpo, lenguaje, quietud, pausa, mudanza, existencia.


Angélica Hoyos Guzmán






§


IMAGEN (IN) COMPLETA (2018)






USÁBAMOS REPUESTOS Y REMENDÁBAMOS NUESTRAS PRENDAS
Éramos pobres
pero yo lo comprendí tiempo después

Mientras tanto
veía en nuestra pobreza
la delicada dignidad de lo austero
el uso solidario de lo indispensable
la sutil inclinación por lo necesario
                                                                                                                        No
                                                                               las fallas del sistema cuando
                                                              el resultado no tiene valor en sí mismo
                                                                                            No comíamos carne





***


[EL CUERPO, LA MURALLA]

Un ojo expresa su resistencia y se cierra
en la claridad del silencio
se confunde el tecleo con la taquicardia

El día es este atropello que pasa por el cuerpo
Por la postergación
de los alimentos y la fatiga

el cuerpo puesto en medio
el cuerpo
                barrera de contención
recibe los embates de la palabra
de las milimétricas negociaciones

para que nada cambie
para que se mantenga en el límite
la realidad con su desgarro




***


LA PANTALLA RECUERDA QUE ESTAMOS DEL OTRO LADO
es el muro que detiene

la rabia desatada
la falta de sincronía
que las imágenes congeladas constatan
(pero no hay pruebas de la emoción ni el desconcierto)

La vida ocurre sin nosotros
que quietos                   –como la imagen–
de la parálisis
culpamos a la mala conexión o al karma

Con los ojos fijos en la pantalla
puestos de frente        somos cuadros pequeños de colores
en los que ya no estamos               en los que apenas somos
pura subjetividad contenida




***                                           


FRENTE A LA FLOR CASI MARCHITA
la niña suplicó a su madre
No la cortes, déjala morir entre la tierra
pues lo que yo he cuidado
no son sus pétalos, sino sus raíces negras




***


SEÑALES DE PISTA

No es una virtud permanecer
                 hastiar, hastiarse

Es por eso que iniciado
el viaje no termina

A los otros les llegan pistas
                                    breves notas

no las manos, no el vientre
menos el cuerpo entero
y sus espasmos

El viaje consiste en descubrir
que se es triste
                                     se es solo
                                                      y siempre se está lejos

El viaje consiste en descubrir
cuánta inutilidad esconde el movimiento





§


Carolina Dávila (Bogotá, Colombia). Es escritora y abogada feminista, tiene una maestría en Derechos Humanos y Democratización y un MFA en Escritura Creativa. Ha sido editora de Rio Grande Review. Ha publicado los libros Como las Catedrales (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011; Caracas: Fundarte, 2014), ganador del Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura (2010), e Imagen (in)completa (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2018).  Sus poemas han sido traducidos al árabe, el italiano e el inglés. Actualmente cursa un doctorado en Español y Portugués en Nueva York y es editora del fanzine de poesía y ensayo La Trenza.



Del libro Imagen (in) completa (Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2018). El texto introductorio es un fragmento de Angélica Hoyos Guzmán, publicado en LiterariedadRevista Latinoamericana de Cultura. 


miércoles, 30 de octubre de 2019

PAVESA, poemas de Gabriela Kizer




Conmueve la identificación, muy femeninamente elaborada, del hablante lírico con la mujer de Magdala: su insinuado y delicado erotismo, su desamparo ante la magnitud de una pasión que la inunda, sus perplejidades e interrogantes atónitas y, sobre todo, la entrega inconsútil de su amor hasta allegarse, de manera consciente y voluntaria, al pie de la cruz.  

Este es un poemario que constituye, por el tema elegido y por sus procedimientos estilísticos  [la austeridad expresiva que huye de toda exuberancia metafórica, el fraseo y la dicción majestuosos, la sinfónica combinación de versificación y prosa], una experiencia ritual. Uno debe sumergirse en él hasta tocar el nervio antropológico de un rito.

Armando Rojas Guardia



Fotos del libro: Ricardo Blasco




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PAVESA (2019)





SABÍAMOS que era el fin.
Todo lo había anticipado
y tenía miedo de cómo hurgaban
                 manos antiguas
bajo mi boca.

Después
me escupías a la cara,
veía el cartel y los portones que se abrían:
una fila de hombres provocándose,
disipando el olor de mala casa.

Yo era la bella sin destino,
hecha de piedras
               antes de que alguien
lanzase la primera. 



***



AMÉ primero a Judas que a Jesús.
No digáis que fui pérfida;
el canto del gallo siempre exige una traición
                       para afinarse.



***


ELLA confunde voces.
Cree que ha sido trocada por un ciervo,
cree servir a una diosa fiera y virgen.

Quien determina salvarla
habla con cansancio.

La mujer de Magdala acomoda trenzas, lágrimas, destino.
Pesa a un sueño primigenio e inculto
que la inclina a besar el madero.
  


***


ORAD
¿Qué estáis esperando de vuestra insípida plegaria?
¿A qué habéis convenido en llamar Dios
si no a la pasión que os disgrega
para el sueño de más antiguos designios?

Hay espíritus acodados en las capas que lindan con el éter
          primigenios y neutros como la peor tempestad.
Hay un instante que duele al corazón del hombre
desde mucho antes de su cumplimiento.

Orad.
Se os ha requerido un solo sacrificio
y todavía lamentáis la carga.
¿A qué buscar que alguien os escuche?
Donde quiera que él hable
hay uno que se lava las manos.   



***



VE con tu pompa fúnebre, con tus cajitas de laca china y desiertos misteriosos; ve con tus bandejas de madera tan roídas, con el lugar que nunca te dejó estar; camina con la soltura que conoces cuando te arrastra la corriente y percibes que los días de quietud han hecho brecha; ve con el chal sobre los hombros como cuidándote del rayo al que te estás exponiendo; ve con tu herida que estaba tan de antes que el olor a sangre fue lo que atrajo su olfato de galgo o ciervo; ve mintiendo, con todos los escudos y la historia de ser botín de guerra sobre el carro del menos amistoso; ve con los ojos llenos y confiesa que no sabes de qué quieres hablar ni a quién; ve sin anticipos ni prórrogas, casi sin presencia; ve con temor que no hay tregua para ti; ve de a duelo que van a dejarte en tierra ajena. Pide solo una corona de espinas encima de los dueños. 




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Gabriela Kizer (Caracas, Venezuela, 1964). Poeta. Es Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea de la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado los siguientes poemarios: Amagos (2000), Guayabo (2002), Tribu (2011) y Pavesa (Ediciones «Letra Muerta», 2019). En 2007 recibió el Premio Internacional de Poesía José Barroeta, de la VII Bienal de Literatura Mariano Picón Salas. 


***


Las palabras del poeta venezolano Armando Rojas Guardia pertenecen al prólogo de Pavesa